El dispensador de somnis d´IB3 Ràdio

dissabte, 19 de setembre del 2009

Na Joana Pol, serà la encarregada de inaugurar LA FUGA DELS LLIBRES i AMB ELS PEUS A LA LLUNA!

dissabte, 19 de setembre del 2009
Per mi suposa tot un honor poder comptar entre la nostra tripulació a una autèntica defensora i propulsora del FANTASY a la nostra comunitat! Em refereixo a la escriptora i editora JOANA POL, que avui està navegant per les ones radiofòniques màgiques de PIRATES I SIRENES!




Li hem demanat si vol fer els honors i ha dit que si! Amb ella ençatarem diferentes seccions. LA FUGA DELS LLIBRES, recomanacions de lectures, tant per iniciats com principiants. I per suposat la seva ajuda serà imprescindible a AMB ELS PEUS A LA LLUNA, no imagino ningú millor que ella per parlar-nos de totes les activitats que es promoguin i que impliquin la fantasia, ja que (com molts ja sabeu) na Joana es la flamant Directora de MALLORCA FANTASTICA.

4 comentaris:

Arminio ha dit...

Encantado de ver este sitio tan ameno. En él he visto a Joana Pol, y ne atrevo a comentar algo por si les parece intersenate, al menos tendrán más sensibilidad con el mar.

He finalizado el segundo libro sobre el velero Buque Galatea, el primero titulado "Buque Escuela Galatea : un guiño al pasado" aún no se ha publicad, el segundo lo acabo de terminar y su título es Aleta de tiburón ( a bordo del Galatea ).

Este buque perteneció a la Armada española y gracias aun grupo de personas que navegaron en él se han rescatado historias, y vida a bordo, así como cientos de fotografías que se están restaurando y publicando en un blog : "Buque Escuela de Maniobra Galatea blog spot.com".

Tan solo comento por si alguien está interesado en su publicación, yo no deseo ningun interés económico solo que se de a conocer.

Os dejo en el siguiente comentario unas líneas del libro.
Gracias a todos.

Arminio ha dit...

Ferrol, veinte años antes.

En un caluroso día de verano, después de tres interminables jornadas de viaje, el sol deslumbraba la mirada somnolienta de un vivaz joven, cuando por fin se detuvo el tren correo que llegaba quejumbroso a la estación de destino.

Al pisar el andén se vio envuelto en una bulliciosa masa de viajeros, entre los que destacaban marineros vestidos de blanco y algún Lepanto que otro girando sobre los dedos de algún sonriente muchacho.

En ese instante notó en su interior un estremecimiento al sentir que su vida ya no sería la misma. Su soñado deseo de poder hacerse a la mar, se vería cumplido mucho antes de lo que esperaba, pues allí mismo y a escasa distancia, le esperaban tres mástiles con vergas cruzadas, que en breves días después de finalizar el período de instrucción, inflarían sus velas y pondrían rumbo muy lejos de su hogar.

Días antes aguardaba inquieto, sentado en el duro banco de madera del vagón de tercera clase, la hora de partida desde su pueblo natal. El tren al comenzar a moverse parecía vomitar humo y fuego, dejando lentamente atrás el familiar entorno del joven, repleto de naranjos y limoneros que después de haber dado ya su fruto cubrían el campo de vistosos colores tamizados por el verdor de sus hojas.

Al asomar su cabeza por la ventanilla, un torbellino de aire fresco envolvió su cara que dirigía con cierta tristeza a un pequeño punto cada vez más lejano, y del que ya solo llegaba a divisar el campanario de la iglesia, rodeado de incontables casas encaladas de blanco con sus resplandecientes tejados rojizos, que aún en la distancia podía reconocer individualmente.

A los pocos minutos y ante su atenta mirada, con lágrimas en los ojos, apenas distinguía del núcleo urbano un punto blancuzco entre las copas de los verdes árboles y al fondo la montaña. Al girar la cabeza hacia la dirección del viento, el aire enjugó rápidamente sus húmedas mejillas notando como si diminutos cristales de sal le quemaran el rostro.

Anònim ha dit...

Que texto tan bonito, me gustaria leer mas.
Un saludo ma todos

Arminio ha dit...

Nuestro primer contacto con el Galatea, en un día lluvioso, plomizo y triste, fue desolador. Del velero solo se distinguía su arboladura, ya que toda la obra muerta de su blanco casco se ocultaba detrás del grisáceo muelle de hormigón cuya superficie coincidía en altura con la borda del bricbarca, consecuencia de la fuerte bajamar que casi lo privaba a nuestra vista.

La plancha de acceso a la nave estaba horizontal con respecto a la superficie del espigón, por lo que no costó esfuerzo alguno adentrarnos en su cubierta de madera, cuyo embreado de color negro que recubría el calafateo, separaba levemente las tablas de cedro que conformaban su abarrotada cubierta llena de adujas, cabilleros, motones, cáncamos, y un sinfín de accesorios y cabuyería, desconocidos hasta entonces para nosotros, y que pasado el tiempo serían tan usuales en nuestra nueva vida.

El buque nos parecía tan sombrío como el entorno de la Ría ferrolana, cuya superficie del agua sólo mostraba el chispear incesante de minúsculas gotas de agua que en su lloro dejaba caer el cielo.

En esos instantes recordados una y cien veces en mi cabeza, el silencio fue roto por el penetrante y agudo sonido del silbato del contramaestre de guardia, que acompañado con un reducido grupo de la guardia militar, procedían al arriado de la bandera.

Una sensación agridulce me recorrió la garganta bajando voraz y estrepitosamente hasta la boca del estómago, agolpándose dentro de mí las imágenes de mis familiares y amigos de los que sólo me separaban unas horas, y a los que no volvería a ver en mucho tiempo.

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